viernes, agosto 18, 2006

Lo "responsables" que somos. (desconcierto social)





Introducción.
“Duele en la conciencia la incapacidad de la civilización contemporánea para hacer omnilateral el progreso de la humanidad de nuestros días, y para hacer paralelos y correspondientes su desarrollo psíquico y su desarrollo físico – material.”
Eugenio M. De Hostos.
La evolución humana nos sorprende día a día. Más y mejor acceso a la salud, mejor acceso a la educación, mayor cantidad de medios de comunicación, mayor rapidez en las comunicaciones, eficiencia en la producción masiva de bienes y servicios, en fin, diversas soluciones que permiten a muchos afirmar categóricamente que “hemos llegado como humanidad a un amplio desarrollo científico y cultural”. Aseveración, al parecer, innegable. El hombre, ya adulto de razón, ha llevado su genialidad a grandes alturas en este ámbito. Y es natural que nos sorprenda, pues es nuestra propia evolución como especie.
Sin embargo, para los que no se han dado cuenta aún, algo falta en la enumeración que hace a tantos hombres inflar orgullosos sus pulmones de aire y CO2: No se ha dicho si hemos progresado respecto de la evolución moral humana, o si así lo consideramos siquiera; o si hemos logrado algún desarrollo moral acerca de nuestra conciencia social, de manera acorde con el innegable desarrollo material ya mencionado.
Y esa omisión a muchos – me atrevo a decir, a la gran mayoría – no nos sorprende. No nos sorprende que las relaciones humanas se impersonalicen tanto en lo meramente productivo como en lo afectivo; tampoco nos sorprende vernos sumidos en una excesiva individualidad, en que lo cotidiano se transforma en la funcionalidad del día a día; muchos no nos preocupamos de una realidad común, sino que única y exclusivamente de la propia realidad, relegando al olvido al hermano que observa y que – coincidencia – también forman parte de este mundo; dejando de lado al hermano que intenta vivir ese día a día en busca de lo cotidiano: ese círculo vicioso de la satisfacción de lo inmediato.
¿Cuál es el punto? Que es increíble el grado de involución – o extraña evolución – de lo que es nuestra conciencia social, y, principalmente, de lo que es nuestro actuar en la vida profana toda vez que uno, como ser consciente del mundo y su acontecer, estudioso de éste y crítico de su contingencia, no se atreve a realizar un aporte a esta realidad, que muchas veces no gusta y en que se prevé que no es el mejor proyecto de futuro.
El problema: responsabilidad.
“El hombre ya es adulto de razón, y hasta se le puede considerar adulto de conciencia...”
Por ahí algún pensador escribió la reciente frase. Si consideramos lo anterior, sabemos que considerarlo “adulto de conciencia” es sólo hasta cierto punto: hasta el punto de reconocer que el desarrollo de la razón humana y de una perspectiva materialista de la vida. Ello tal vez por muchos factores, los que, con idea de dejarlos para la libre discusión, no analizaré acá. Sí me centraré en uno de ellos, el que a mi juicio merece cierto grado de consideración hoy. Me refiero a la responsabilidad. Particularmente a la responsabilidad social1.
La responsabilidad social es la capacidad de todo sujeto de conocer y aceptar las consecuencias que un hecho suyo realizado libremente tiene en el conjunto de personas que conforman la sociedad que lo rodea. Considerando este concepto, podríamos llegar a la conclusión de que todas las personas tienen esta capacidad. Mas ocurre que lo que tenemos casi todas las personas se acerca más a la idea de responsabilidad que a la de responsabilidad social. En efecto, en esta diferencia que, en vista del análisis puede parecer semántica, radica el principal problema: El hombre común entiende cuáles son las consecuencias de su actuar para sí mismo, pero ese mismo hombre no entiende o no quiere entender las repercusiones de sus actos en la sociedad.
Y en ese “no entiende o no quiere entender”, el conocimiento juega un papel fundamental.

Responsabilidad Social y Conocimiento.
En la responsabilidad social toma importancia el concepto de conocimiento: como noción de las cosas que nos rodean, como la aprehensión material de un objeto y como facultad del hombre de relacionarse con el mundo exterior. Estas tres formas de saber qué es conocimiento están referidos al hecho de entender, por el ejercicio de la mente, las cualidades y naturaleza del mundo. La relación fundamental entre estos dos conceptos – Responsabilidad social y Conocimiento - es que el hombre, sea por ignorancia, sea por deliberado y conveniente olvido, no actúa conforme a un sentido de la Solidaridad Social, ni de la sana convivencia, ni en vistas a lograr una mejor calidad de vida más allá de su metro cuadrado; para qué hablar de la perpetuidad de la especie...
Esta falta de conocimiento en el pensar y actuar del hombre se da, a mi parecer, con dos situaciones distintas:
En primer lugar, el del ignorante, el que no sabe, no conoce bien el entorno, ni tiene los medios para hacerlo. Es en este caso que el principal camino para desarrollar la capacidad de conocer del hombre es la Educación, cuestión que nunca estará de más mencionar, y en que su evolución dependerá de las acciones y políticas que lleven a cabo las personas en una determinada localidad. Es por esto que se le puede perdonar al ignorante, considerando el nivel de su ignorancia, que muchas veces no tenga esa capacidad de involucrarse con su entorno.
En segundo lugar, tenemos para un análisis al “hombre que no quiere entender”, al que, para efectos de este tema en cuestión, llamaremos “Inconsciente”. Este hombre inconsciente es el que termina bloqueando todo ese “peso del conocimiento” que, al decir de Nietsche, lo aplasta contra el suelo y debe abandonarlo para poder sobrevivir. En este caso, la ignorancia es deliberada por el hecho de no poder llevar “la carga de la responsabilidad”, o sea, lo difícil de vivir en sociedad. “Para qué considerar a los demás si conmigo me basta, para qué ayudar al hermano si nadie más lo va a hacer, para qué intentar hacer un momento más grato de la vida a alguien que no conozco sui el mundo es tan grande y yo tan pequeño...” Estos son algunos de los razonamientos más blancos que pasan por la mente de un “Inconsciente”. Por ello, tienen el más instintivo sentido de la perpetuidad (esto es traer hijos al mundo) y un marcado individualismo. Al parecer ¿Tendría remedio una persona con esa concepción del mundo y de la vida?
Conclusiones.
“...se advierte que la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficiencia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombree que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida y por ello no crea, ni fecunda, ni hincha su destino”.
Ortega y Gasset.
Creo – o quiero creer – que el Hombre Inconsciente sí tiene remedio, el que estaría dado por el convencimiento a través de un remezón en su lógica de pensamiento, de un cambio de su razonamiento cortoplacista e inmoral, en las palabras de Ortega y Gasset.
Como personas que vivimos en este desconcierto social, el ideal es que entendamos que cada hecho en que participamos y cada acto que realizamos repercutirá en los de otros y en quienes vendrán. Teniendo claro esta cuestión, podremos actuar con convicción y realizar, en distinta medida, el valor de la solidaridad social.
Considerando lo anterior, podemos deshacernos tranquilamente en “mea culpas varios”, desgarraduras de vestidos, etc. acerca de la poca efectividad de nuestra responsabilidad social en el mundo profano de hoy. Pero recordemos que existe consenso en un modelo de persona, el hombre íntegro (en mi humilde opinión, humanista y laico) llamado a realizar nuestros principios de la mejor forma en el mundo profano. Y es considerando esto que, según yo y en base a lo expuesto, es que tenemos un compromiso moral ineludible con nuestra realidad, en relación a la que pueda tener el hombre "medio". Ello por nuestra diferente condición como hombres conscientes, sin creernos superiores, en nuestro propio quicio y eficiencia, con altura de miras; algo más cultos y observadores del mundo, poseedores del conocimiento que nos hace responsables socialmente. Y es por ello que tenemos un compromiso ineludible con nuestro entorno, un compromiso que puede ir desde el simple ejemplo por acto propio hasta la actividad conjunta de los hombres en vista al ideal común de ser solidarios. Y, quién sabe, comenzar a caminar hoy, en el umbral del milenio para conminarnos, ojalá con una sonrisa, a que actuemos de modo que los mil años venideros cierren con una bocanada de aire puro que haga volver al hombre a su racionalidad y emocionalidad en equilibrado crecimiento: a una perfectible belleza y autenticidad.

Gamalier
Concepción, viernes 18 de agosto de 2006.