SOBRE LIBERTAD Y REALIDADES...
“…En Chile no hay esclavos, y el que pise su territorio queda libre. Hombres y mujeres son iguales ante la ley.”Constitución Política de la República de Chile de 1980.
Artículo 19, nº 2 inciso 2º. Vigente hoy.
El mundo se hace cada vez más un pañuelo, y mientras ello ocurre el hombre no deja de sorprendernos con sus acciones y pensamientos. Pensamientos como la revolución, y de ahí al conservadurismo, y luego al neo – liberalismo, y vamos cambiando: por otro lado, vamos del estado religioso – en terminología comptiana positivista – al estado filosófico, y de ahí al positivo o científico. En estas evoluciones constantes del pensamiento humano, llegamos a un punto en que, dentro de un conjunto de discusiones acerca de tal o cual modelo, ya existen puntos comunes que ya se dan por superados o ya discutidos. Por ejemplo, el sistema económico occidental, o el fenómeno de la globalización, o ideas como la democracia, los derechos humanos y la superación al concepto de lucha de clases (incluso podemos recordar a Fukuyama y su “fin de la Historia”…). Y junto a todos ellos se encuentra también asentado uno de los importantes como principio y condición de existencia de la humanidad entera: la Libertad.
Nos decimos libres. Se nos enseña que vivimos para hacer lo que se nos ocurra dentro de ciertos márgenes, pero que a la larga somos nosotros quienes decidimos; somos los amos y señores del principio de causalidad, siendo capaces de decidirlo todo: qué queremos, dónde vamos, y cómo lo queremos.
Y estamos Orgullosos de ello. ¿Seguiremos orgullosos después de mirar un poco hacia el lado y comparar historias, pueblos, realidades, consecuencias?
En este blog quiero mostrar una postura diferente en cuanto al análisis y conclusión de lo que significa nuestra propia libertad, y en cuál es el real alcance que tiene hoy.
La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades. (Immanuel Kant). Pues bien, los invito a hacer el siguiente experimento: imagínense a un sujeto de 20 años, hombre, nacido en una población de sectores bajos (qué sutil lo he dicho) como la pintana, la legua o la emergencia, de escolaridad incompleta, hijo de padres no profesionales ni con oficios decentes, probablemente cesantes; cuyo núcleo familiar se ha roto hace ya tiempo atrás, creciendo en ese ambiente rodeado de sus amistades hasta las 12:00 de la noche – claro, cómo se va a enfurecer el padre al sentirse molesto con la presencia del hijo por sentirse observado al comer - ; probablemente echado de la casa a obtener su propio sustento para “no molestar más de lo que molesta la propia vida”… imagínense que este hombre ingresa a trabajar como obrero de la construcción, o como recolector de basura, o como auxiliar… y se asienta finalmente en ese empleo, yendo desde su casa al trabajo bien temprano en la mañana, y volviendo bien tarde en la noche… tiene lo básico y se siente normal porque se ve libre como le dicen, igual que otros tantos, salvo por algo en su cabeza, una especie de pequeña molestia de idea, que no logra identificar…
Ahora imagínense a otro sujeto, de mejores condiciones que el anterior que le permiten llegar a esa abstracción tan concretamente recordada en las elecciones llamada clase media. Un oficinista, o un taxista o similar… pónganle dos hijos estudiando, una mujer medianamente exigente en bienes materiales y voila!... tendremos a un sujeto con no mucha opción…
Y por último: recuerden a cualquier sujeto que tiene una tarjeta de crédito. El panorama no es difícil de imaginar: prácticamente el 70% del país vive con ellas. Y de ese 70%, el 80% literalmente vive por ese sistema.
"Cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad". (Gonzalo Torrente Ballester). ¿Podemos decir que estos sujetos, todas estas personas que hemos descrito – y que sabemos que debes ser hartas – son libres? ¿Son realmente libres? ¿Tienen opciones verdaderas y válidas de escape?
Veamos el caso del obrero: ¿tiene salida ese sujeto que sabe que algo le falta, mientras el cansancio de cada día de monotonía, de sudor, de ansia de surgir que se queda en ansia, lo carcome hasta enajenarlo? ¿Tiene una alternativa distinta a la que ya vive? ¿Cuál? ¿Será lícita ésta última?
Por otra parte ¿Tiene posibilidad de dirigir su curso causal el hombre de clase media cuyas necesidades van aumentando a medida que sus hijos crecen, a medida que su sueldo disminuye, a medida que su mujer está menos contenta, mientras mira sus cuentas y maldice por saber matemáticas?… y darse cuenta de que no le queda más opción que endeudarse de por vida, o sucumbir ante los números y exigencias…
Por último: ¿Qué posibilidad tiene los miles de tarjetodependientes, consumidores del plástico virtual, no por adicción, sino por ser su única vía de sobrevivencia, de vinculación al mundo? ¿Puede en sus circunstancias escoger?
Ahora viene lo bueno, basado en todo lo anteriormente expuesto.
¿Son realmente libres? ¿Tienen opciones verdaderas y válidas para decidir y manejar su causalidad?
"Estoy absolutamente convencido de que ningún hombre pierde su libertad sino por su propia debilidad" (Gandhi). Resulta que hoy quiero remecerlos. Sacudirlos. Estremecerlos si es posible, o zamarrearlos un poco. Quiero que, de pensarlo, traspiren helado y sientan la gota de sudor corriendo por su espalda. Ello por la inevitable conclusión a la que se llega: La cita del comienzo, cual es en Chile no hay esclavos y quien pise su territorio queda libre no es tal. Los esclavos están con nosotros. Comparten con nosotros y convivimos con ellos. Caminan allá afuera, forman parte del mundo profano todos los días, buscando una fisura en el cascarón, o la fuerza y la manera – sea por superación personal, sea por azar – de doblarle la mano a ese aleatorio conjunto de miles de causas entreveradas a la que algunas llaman destino…
Sin embargo, he aquí mi conclusión: la única forma inteligente que ha tenido la humanidad a lo largo de su existencia de lidiar con todo lo imprevisible o inevitable de los efectos de tantos que se rodean es, necesariamente, crearse el estado mental de autonomía, un estado de racionalidad frente a la situación que nos toque vivir. Luego no es esclavo quien permanece inactivo, si logra el dominio de su estado propio de mentalidad, y se olvida o descomplica de la causalidad que, por no ser propia, no le corresponde. Al principio cuesta, pues la libertad significa responsabilidad. Mas, en decir de Albert Camus la libertad no es más que la oportunidad de ser mejor.
La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo. (Michel de la Montaigne) Y para alcanzarla sólo hay un camino: el desprecio de las causas que no dependen de nosotros.
Debo decir que es una volada algo particular: no tienen por qué compartirla. Sólo quiero que echen a andar la máquina un poco por este tema, y tengan su propia opinión... Sus comentarios, al post...
“…En Chile no hay esclavos, y el que pise su territorio queda libre. Hombres y mujeres son iguales ante la ley.”Constitución Política de la República de Chile de 1980.
Artículo 19, nº 2 inciso 2º. Vigente hoy.
El mundo se hace cada vez más un pañuelo, y mientras ello ocurre el hombre no deja de sorprendernos con sus acciones y pensamientos. Pensamientos como la revolución, y de ahí al conservadurismo, y luego al neo – liberalismo, y vamos cambiando: por otro lado, vamos del estado religioso – en terminología comptiana positivista – al estado filosófico, y de ahí al positivo o científico. En estas evoluciones constantes del pensamiento humano, llegamos a un punto en que, dentro de un conjunto de discusiones acerca de tal o cual modelo, ya existen puntos comunes que ya se dan por superados o ya discutidos. Por ejemplo, el sistema económico occidental, o el fenómeno de la globalización, o ideas como la democracia, los derechos humanos y la superación al concepto de lucha de clases (incluso podemos recordar a Fukuyama y su “fin de la Historia”…). Y junto a todos ellos se encuentra también asentado uno de los importantes como principio y condición de existencia de la humanidad entera: la Libertad.
Nos decimos libres. Se nos enseña que vivimos para hacer lo que se nos ocurra dentro de ciertos márgenes, pero que a la larga somos nosotros quienes decidimos; somos los amos y señores del principio de causalidad, siendo capaces de decidirlo todo: qué queremos, dónde vamos, y cómo lo queremos.
Y estamos Orgullosos de ello. ¿Seguiremos orgullosos después de mirar un poco hacia el lado y comparar historias, pueblos, realidades, consecuencias?
En este blog quiero mostrar una postura diferente en cuanto al análisis y conclusión de lo que significa nuestra propia libertad, y en cuál es el real alcance que tiene hoy.
La libertad es aquella facultad que aumenta la utilidad de todas las demás facultades. (Immanuel Kant). Pues bien, los invito a hacer el siguiente experimento: imagínense a un sujeto de 20 años, hombre, nacido en una población de sectores bajos (qué sutil lo he dicho) como la pintana, la legua o la emergencia, de escolaridad incompleta, hijo de padres no profesionales ni con oficios decentes, probablemente cesantes; cuyo núcleo familiar se ha roto hace ya tiempo atrás, creciendo en ese ambiente rodeado de sus amistades hasta las 12:00 de la noche – claro, cómo se va a enfurecer el padre al sentirse molesto con la presencia del hijo por sentirse observado al comer - ; probablemente echado de la casa a obtener su propio sustento para “no molestar más de lo que molesta la propia vida”… imagínense que este hombre ingresa a trabajar como obrero de la construcción, o como recolector de basura, o como auxiliar… y se asienta finalmente en ese empleo, yendo desde su casa al trabajo bien temprano en la mañana, y volviendo bien tarde en la noche… tiene lo básico y se siente normal porque se ve libre como le dicen, igual que otros tantos, salvo por algo en su cabeza, una especie de pequeña molestia de idea, que no logra identificar…
Ahora imagínense a otro sujeto, de mejores condiciones que el anterior que le permiten llegar a esa abstracción tan concretamente recordada en las elecciones llamada clase media. Un oficinista, o un taxista o similar… pónganle dos hijos estudiando, una mujer medianamente exigente en bienes materiales y voila!... tendremos a un sujeto con no mucha opción…
Y por último: recuerden a cualquier sujeto que tiene una tarjeta de crédito. El panorama no es difícil de imaginar: prácticamente el 70% del país vive con ellas. Y de ese 70%, el 80% literalmente vive por ese sistema.
"Cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad". (Gonzalo Torrente Ballester). ¿Podemos decir que estos sujetos, todas estas personas que hemos descrito – y que sabemos que debes ser hartas – son libres? ¿Son realmente libres? ¿Tienen opciones verdaderas y válidas de escape?
Veamos el caso del obrero: ¿tiene salida ese sujeto que sabe que algo le falta, mientras el cansancio de cada día de monotonía, de sudor, de ansia de surgir que se queda en ansia, lo carcome hasta enajenarlo? ¿Tiene una alternativa distinta a la que ya vive? ¿Cuál? ¿Será lícita ésta última?
Por otra parte ¿Tiene posibilidad de dirigir su curso causal el hombre de clase media cuyas necesidades van aumentando a medida que sus hijos crecen, a medida que su sueldo disminuye, a medida que su mujer está menos contenta, mientras mira sus cuentas y maldice por saber matemáticas?… y darse cuenta de que no le queda más opción que endeudarse de por vida, o sucumbir ante los números y exigencias…
Por último: ¿Qué posibilidad tiene los miles de tarjetodependientes, consumidores del plástico virtual, no por adicción, sino por ser su única vía de sobrevivencia, de vinculación al mundo? ¿Puede en sus circunstancias escoger?
Ahora viene lo bueno, basado en todo lo anteriormente expuesto.
¿Son realmente libres? ¿Tienen opciones verdaderas y válidas para decidir y manejar su causalidad?
"Estoy absolutamente convencido de que ningún hombre pierde su libertad sino por su propia debilidad" (Gandhi). Resulta que hoy quiero remecerlos. Sacudirlos. Estremecerlos si es posible, o zamarrearlos un poco. Quiero que, de pensarlo, traspiren helado y sientan la gota de sudor corriendo por su espalda. Ello por la inevitable conclusión a la que se llega: La cita del comienzo, cual es en Chile no hay esclavos y quien pise su territorio queda libre no es tal. Los esclavos están con nosotros. Comparten con nosotros y convivimos con ellos. Caminan allá afuera, forman parte del mundo profano todos los días, buscando una fisura en el cascarón, o la fuerza y la manera – sea por superación personal, sea por azar – de doblarle la mano a ese aleatorio conjunto de miles de causas entreveradas a la que algunas llaman destino…
Sin embargo, he aquí mi conclusión: la única forma inteligente que ha tenido la humanidad a lo largo de su existencia de lidiar con todo lo imprevisible o inevitable de los efectos de tantos que se rodean es, necesariamente, crearse el estado mental de autonomía, un estado de racionalidad frente a la situación que nos toque vivir. Luego no es esclavo quien permanece inactivo, si logra el dominio de su estado propio de mentalidad, y se olvida o descomplica de la causalidad que, por no ser propia, no le corresponde. Al principio cuesta, pues la libertad significa responsabilidad. Mas, en decir de Albert Camus la libertad no es más que la oportunidad de ser mejor.
La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo. (Michel de la Montaigne) Y para alcanzarla sólo hay un camino: el desprecio de las causas que no dependen de nosotros.
Debo decir que es una volada algo particular: no tienen por qué compartirla. Sólo quiero que echen a andar la máquina un poco por este tema, y tengan su propia opinión... Sus comentarios, al post...