La mentira
Anteriormente me preguntaba ¿qué es la verdad?
Referente al tema, Frederich Nietzsche señaló:
«¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes. Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.»
(Vaihinger, La voluntad de ilusión en Nietzsche, en: «Teorema», 1980. )
Ahora viene lo bueno: ¿Qué es la mentira? Por ahí señalan que una mentira es una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa, esperando que los oyentes le crean. Así, una cierta oración puede ser una mentira si el interlocutor piensa que es falsa. Las ficciones, aunque falsas, no son mentiras (qué diría don J.L. Borges si leyera esto). Dependiendo de la definición, una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, una mentira por omisión, o incluso la verdad si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente. Mentir es la acción de 'decir una mentira'. Consecuentemente, a las personas que dicen una mentira (especialmente a quienes las dicen frecuentemente), se les llama "mentirosos". Mentir implicaría, por tanto, un engaño intencionado.
Como puede resaltar en sus mentes, a prima facie, el atrevimiento de definirlo así no me es satisfactorio.
La mentira está presente en varias paradojas, la más conocida es la paradoja del mentiroso, comúnmente expresada como "En este sentido es mentira," o "En este sentido es falso." Esta paradoja muestra que es posible construir oraciones perfectamente correctas según las reglas gramaticales y semánticas pero que pueden no tener un valor de verdad según la lógica tradicional.
Consideremos una de las formas más simples de esta paradoja: “Esta oración es falsa”:
- Si suponemos que esa afirmación es verdadera, entonces lo que dice es verdadero. Ya que la oración afirma que es falsa, entonces debe ser falsa. Por tanto, si suponemos que es verdadera, alcanzamos una contradicción.
- Si suponemos que la oración es falsa, entonces lo que afirma debe ser falso. Ya que afirma que la oración es falsa, entonces la oración debe ser verdadera. De nuevo, si suponemos que es falsa, alcanzamos una contradicción.
La versión más antigua de la paradoja del mentiroso se atribuye al filósofo grigo Eubulides de Mileto, que vivió en el s. IV a. de c. Supuestamente Eubulides dijo:
Un hombre afirma que está mintiendo. ¿Lo que dice es verdadero o falso?
Es posible construir esta paradoja de modo que una afirmación no se refiera directamente a su propio valor de verdad. Existen de este modo varias versiones equivalentes:
La más simple: “La oración posterior es cierta” y “La oración anterior es falsa”.
Una tarjeta, en una de cuyas caras aparece: “Lo que está escrito en la otra cara es cierto” y en la otra: “Lo que está escrito en la otra cara es falso”.
Un libro, que en la página 23 tiene escrito “Lo que está escrito en la página 24 es cierto” y en la página 24: “Lo que está escrito en la página 23 es falso”.
Incluso existe una llamada paradoja de la mentira, pero que sólo tiene la apariencia de ella, mas no es tal. Se trata de la 'Paradoja de Epiménides'. El era un legendario poeta filósofo del s. V a. de c. Se atribuye a Epiménides haber afirmado:
Todos los cretenses son unos mentirosos.
Sabiendo que él mismo era cretense ¿decía Epiménides la verdad?
A ver: Antes de empezar, hay que aclarar que definimos que un mentiroso sólo hace afirmaciones que son falsas. Esta definición es común en el estudio de la lógica, y es posible obtener esta paradoja con menos ambigüedad (aunque también demasiada complejidad) si se formula como Todos los cretenses son personas cuyas afirmaciones son siempre falsas.
Siguiendo esta definición, a primera vista parece que la afirmación se autocontradice, ya que Epiménides está afirmando que miente. Esto no es realmente cierto, ya que a pesar de que la afirmación no puede ser cierta, sí podría ser falsa. Si suponemos que es cierta, Epiménides sí está afirmando que, como cualquier cretense, está mintiendo, y por lo tanto la afirmación sería falsa, y alcanzaría una autocontradicción. Pero si suponemos que es falsa, no alcanzamos una contradicción, ya que si la afirmación Todos los cretenses mienten es falsa, significa que hay al menos un cretense, no necesariamente Epiménides, que dice la verdad. Por lo tanto, es perfectamente posible que la afirmación sea falsa, y la afirmación no es una verdadera paradoja.
¿Y? ¿Por qué perder el sueño? Resulta que, producto de nuestra configuración social (humanista, hipócrita, decida cual) hay quienes señalan lo siguiente: "la mentira es en su esencia inconmensurable y por lo tanto no tiene tamaño ni puede ser medible, a pesar de que sus efectos conlleven daños o consecuencias leves o muy graves..." Para qué mencionar los esquemas diseñados por conocidos autores religiosos... Incluso, hay autores que las clasifican: "La mentira racional persigue un interés concreto, es malévola y se emite con al intención de perjudicar o engañar. En la mentira emocional, lo que se dice o hace no concuerda con la situación emocional de la persona. Y en la mentira conductual hacemos creer que somos lo que no somos: más jóvenes, mejor informados, menos anticuados... Pero hay también otras clases de mentiras: chismes, rumores y las mentiras piadosas..." Las clasifican, reconociendo que "hay mentiras de mayor fuerza, o de mayor malintención que otras...".
Debo concluir señalando lo siguiente: Ustedes son los que deciden cómo juzgan al mundo en que viven, y cómo consideran a otra persona, si incluyen sus defectos o si pretenden vivr con sólo la porción favorable de ellas... Mas, hay una afirmación - no explicación - que no puedo dejar de hacer: todo el mundo miente. Ello, por muy aboslutista que suene, lo señalo como una característica natural de la condición humana: sea por blanco o por negro, por anga o por manga, como sea, alguien en el orbe lo hace. La cuestión es que, para distinguir lo uno de lo otro, es que nacemos con algo llamado cerebro, el que, bien alimentado y ejercitado, funciona. ¿Podemos distinguirlas? Si es así ¿Las rechazamos de plano, o negamos años de autoaprendizaje por vía de la observación o experiencia? ¿Relativizamos todo o sopesamos lo que tenemos al frente, intuitiva y/o analíticamente?
Para terminar: En una serie española llamda "voces contra la globalización", el mismísimo José Saramago señaló que nuestra época será conocida como la Edad de la Mentira. Poniendo como ejemplo un clásico que no pasará de moda: la construcción infundada de Estados Unidos sobre la falsa existencia de armas químicas para invadir Irak. El mundo gira a su alrededor y nosotros con ella. Una mentira que, no por ser manifiesta, deja de acarrear consecuencias tan graves como vemos día a día. Pero no es la única.
Lo característico de mentir - bueno, malo, neutro, no creo saberlo aún - es que acaba siendo un hábito difícil de frenar.